sábado, 18 de octubre de 2008

Action Every Day

Foto: Lydia Molina

Estos días he estado en la V Semana Solidaria de Mieres en la que nos hemos "rebelado", como otra mucha gente, contra la pobreza.
Un infinito de números y porcentajes amargos nos han abofeteado intentando despertarnos de la anestesia y adentrarnos en "ese" silencio tan incómodo en el que no se encuentran palabras hasta que alguien lo rompe para ejercer su derecho al pataleo mientras el resto balancea la cabeza.
Tras la clausura de las charlas estuve unas horas (¿de verdad fueron...horas?) con Jesús, un misionero comboniano que ha pasado 15 años en Chad, uno de los países más pobres del mundo y productor de 170.000 barriles de petróleo diariamente.
Jesús describía sólidas instalaciones junto a chabolas que, con mucha suerte y en el mejor de los casos, disfrutan de dos horas de electricidad al día. Sus ojos revelaban el hastío de una población cansada ver retroceder la historia y volver a construir sus casas dos veces por año tras los fallidos intentos de golpe del estado.
Las cifras no suenan igual en las bocas de aquellos que dedican la vida a golpearse contra ellas. El 10 por ciento de la población chadiana infectada por sida, Jesús lo traducía en sillas vacías, en rostros de chicas jóvenes de menos de 20 años que mueren por una enfermedad que les llega en forma de prostitución o violaciones.

Su espíritu trasgresor me recordaba a la persona que me ha enseñado a darle sentido a la lucha y la revolución, tan aparentemente devaluadas y decadentes hoy: Carmen.

Uno de esos espejos en los que algún día me gustaría tener derecho a reflejarme. Mujer con la que he compartido un año de mi vida y que me conoce mejor que yo misma he llegado a hacerlo en ocasiones. De ella he aprendido mucho más de lo que soy capaz de transmitir. Carmen es la que me ha señalado el camino que conduce a la utopía. Es el compromiso y la constancia, de otro modo sería imposible haber levantado un Centro de Defesa da Vida e Dos Direitos Humanos en la Açailândia de 12 años atrás donde los pistoleros y la corrupción campaban a sus anchas.

Desde hace 13 años Carmen Bascarán lucha contra el trabajo esclavo en Brasil.

Un país que despega en el panorama internacional pero que de puertas para dentro esconde sus vengüenzas en grandes latifundios donde miles de trabajadores permanecen ocultos en la selva, viviendo en condiciones infrahumanas, sin derechos y endeudados, mientras sus familias los esperan sin saber si volverán a casa o terminarán enterrados en alguna fazenda. Esa es la "otra" cara de Brasil, la menos conocida. Y a acabar con ella es a lo que dedican su vida personas como Carmen y otros muchos desconocidos a los que, por suerte para todos, les "aprieta el nudo" ante la injusticia.



1 comentario:

Anónimo dijo...

"Las cifras no suenan igual en las bocas de aquellos que dedican la vida a golpearse contra ellas". Por eso me encanta que exista este blog, y compartir vida contigo. Gracias. :)